La recuperación de Luis Quintanilla.
La presentación en Santander de las Memorias de Luis Quintanilla tituladas “Pasatiempo. La vida de un pintor”, supone, de alguna manera, la recuperación de la figura y la obra de un artista que, después de una intensa vida aventura y polifacética, hubo de vivir un largo exilio de más de un cuarto de siglo, y cuando quiso volver a su tierra la muerte le sorprendió unos días antes, impidiendo ese regreso físico.
Sin embargo, la obra, que sobrevive a cualquier contingencia humana, se encuentra en parte en el Museo de Bellas Artes de Santander y una amplia muestra de sus dibujos y obra gráfica será expuesta el próximo año en nuestra ciudad, en un acto promovido por la Fundación Bruno Alonso (su depositaria), la Universidad de Cantabria y CajaCantabria.
Será el momento oportuno para valorar la importancia de un trabajo realizado durante la guerra civil española, en circunstancias muy difíciles y gracias a ese temperamento de reportero de frente que tenía su autor. Precisamente, las Memorias que ahora se ofrecen al público en una edición de la Biblioteca do Castro, se explayan sobre un capítulo de la vida de Quintanilla escasamente conocido.
Porque Luis Quintanilla (Santander, 1893-Madrid, 1978) murió para la cultura española una vez hubo traspasado definitivamente la frontera francesa, para posteriormente fijar su residencia en Nueva York. Murió (provisionalmente) para la cultura española, cuando apenas era recordado en la cultura santanderina, en cuya ciudad solamente vivió los años de su infancia y primera juventud, y, sin embargo, era ya el autor de importantes murales de Hendaya y la Ciudad Universitaria madrileña, además de la Casa del Pueblo de Madrid y el monumento a Pablo Iglesias que erigió colaborando con Emiliano Barral.
Su filiación socialista, que no partidista, le llevó a intervenir en misiones muy superiores a lo que de su trabajo como artista podía esperarse. Era, ante todo, un aventurero; un aventurero al servicio de un ideal, dotado de un gran encanto que le granjeaba amistades conocidas internacionalmente, y al mismo tiempo le confería la confianza de los dirigentes políticos de su época, algo nada fácil.
De todo ello, y de mucho más, habla prolijamente a lo largo de casi quinientas páginas, en un volumen prologado ampliamente con un excelente estudio introductorio de la profesora Esther López Sobrado, especialista en Quintanilla, a cuyo análisis ha dedicado mucho tiempo.
La obra, con un relato sucinto de su biografía e ilustraciones de su obra, se presenta el viernes 19 a las ocho de la tarde, en el Paraninfo de la Universidad de Cantabria (c/Sevilla, 6), en un acto promovido por el Aula de Letras de la Universidad cántabra y la Fundación Bruno Alonso.
Fecha: | 20/10/2004 |
Fuente: | Cantabria Confidencial |