DIARIO DE SESIONES:
Congreso de los diputados – Madrid 27 Julio de 1934.
Extracto de intervención por el diputado Bruno Alonso defendiendo en el parlamento la consignación presupuestaria para la Universidad Internacional Menendez Pelayo de Santander.
«No tengo la pretensión, ni mucho menos, de analizar ni discutir un problema de enseñanza, porque sería una pretensión absurda en un obrero manual como yo».
«Esta enmienda que he formulado se refiere a la consignación asignada a la Universidad Internacional de Verano, de Santander, pero he de advertir que no pretendo tampoco discutir esa consignación, ni de pedir votación, por tanto, para esta enmienda. Quiero, sencillamente, defender desde esta tribuna una creación de carácter cultural y científico, que además de honrar a la provincia de Santander, honra a la cultura y a toda la ciencia española. Pretendo, pues, reivindicar desde aquí el buen nombre, el prestigio de esta institución, contra la cual se realiza hoy una campaña, una verdadera cruzada, por los elementos reaccionarios y monárquicos de nuestro país».
«Yo esperaba, a pesar de esto, que un hombre destacado por su talento- ¿cómo no reconocerlo?- como el Sr. Sainz Rodríguez, que intervino en la discusión de totalidad de este presupuesto, como hombre de letras y diputado por aquella provincia de Santander defendiese como merecía esta Institución, que honró a su creador, al que yo creo que además de ser una honra gloriosa para este insigne maestro, lo debe ser también para toda la intelectualidad española».
«Se comete, a mi juicio, una verdadera felonía diciendo, como se ha dicho- y de esta manera me lo puedo explicar, porque de otra no podría explicármelo- que la consignación merecida, que el Sr. Ministro de Instrucción pública pretendió llevar en un principio al proyecto de presupuesto, ha podido ser reducida, ha podido ser restringida por influjo probablemente del sectarismo de unos señores que llevan su odio a una institución como ésta, hasta el extremo de decir que la modesta consignación que fue creada servía de orgía y de francachela para aquellos que iban a esa Universidad a recibir, a mi juicio, las grandes enseñanzas de la ciencia moderna, y yo quiero contestar a esto diciendo que esas orgías y francachelas les hace recordar, sin duda, a sus autores aquellas verdaderas de los palatinos y de los Borbones, que iban allí a derrochar el dinero y la Hacienda de España. Eso es verdad, y si a alguien le molesta, lo deploro; pero lo repetiré. Porque en aquel palacio de la Magdalena… (le interrumpe un diputado haciendo gala de sus bufonadas)»
Ya le he dicho otra vez a S.S. que no me interrumpa, y tendré que acabar por decírselo de otra manera.
«A pesar de advertir, como he advertido al principio, mi insuficiencia para hablar de estas cosas, tengo un legítimo derecho para intervenir en este asunto como hijo y diputado que soy por aquella provincia, y hasta me puedo permitir el lujo de aportar la suficiente cultura en el orden de nuestra ciudadanía para discernir lo que yo considero en punto a la espiritualidad mil veces superior a lo que esos señores pretenden, sin duda, restituir».
«Decía, y repito, que el antiguo palacio de la Magdalena, de Santander, regalado por suscripción a los antiguos reyes de España por los caciques que entonces dominaban en aquella provincia, sirvió, en repetidos veranos, para repasar la vagancia y el escándalo de toda aristocracia y lacayos y palaciegos que acompañaban en sus correrías a los Borbones. Aquel palacio lo convirtió la República en ese centro de enseñanza, de altos estudios internacionales. Un Ministro de la República, mi ilustre camarada Don Fernando de los Ríos (después de todo y con mucho orgullo mío, puede hablar de esto por mí, pero ni su señoría ni nadie puede hablar con más dignidad que yo en ninguna parte)».
«Porque el derecho de crítica no me lo puede prohibir a mi nadie. Si yo no me meto personalmente con nadie, tendré derecho a que los demás me respeten a mí, y cuando no se me respeta, yo procuro hacerme respetar por los medios más convincentes».
«Quería reivindicar, como he dicho, el prestigio glorioso (no ya por lo que pueda representar de interés para una provincia, que eso no sería bastante, sino por el interés que yo creo que representa para todo nuestro país), el nombre de una Universidad a la que concurren maestros conocidos por su prestigio en España, hombres de ciencia también destacadísimos de la mayor parte de las naciones de Europa. A través de esta campaña, repito, se procura desacreditar esa obra para servir a ese sectarismo clerical de los elementos reaccionarios que no quieren que prospere ninguna institución de esta naturaleza, sin duda porque todo cuanto sea dar libertad a la ciencia contrarresta la influencia de ese sectarismo«.