Perfil de Eulalio Ferrer Rodríguez.

Tarea difícil, por no decir imposible, resulta poder resumir certeramente en unos pocos párrafos el perfil de una personalidad tan rica y polifacética como fue, y sigue siendo para sus amigos y colaboradores, la de Eulalio Ferrer Rodríguez. Digamos que su larga y prolífica existencia daría lugar a la realización de una película de un metraje tan desmesurado como para verse convertida en un serial sin las connotaciones menos aceptables del género. Solamente su diario «Entre alambradas» nos sugiere la obra cinematográfica que en algún momento no muy lejano quiso ser.

Pero como se trata de aportar algunos de sus rasgos más sobresalientes a juicio de aquellos que le conocimos y tratamos con una cierta intimidad, debemos sintetizar su figura como la de un hombre enamorado de la vida, sobre todo a partir de su llegada a la playa mexicana de Coatzcoalcos, inicio verdadero de una segunda existencia recién salido del infierno que para él y los suyos (como para todos los españoles) supuso la guerra civil, los campos franceses de internamiento y la amenaza de una guerra mundial, cuyos umbrales llegó a conocer.

A partir de ese momento trascendental, su posición ante el porvenir se muestra como francamente optimista, fruto tanto de una elemental pero sólida formación humanística, las experiencias familiares y el conocimiento de los seres humanos durante los años de lucha, unos años en los que nunca renunció a los valores de libertad, justicia, solidaridad y emancipación. Su compromiso con el ser humano, por encima incluso de su vinculación ideológica.

La degustación del placer de compartir, que él mismo definió en uno de sus artículos, le llevó a trasladar a los demás una gran parte de sus conocimientos y bienes materiales, impulsado por el deseo casi innato de hacer partícipe a la Humanidad entera de cuanto había recibido, sumado y adoptado, guiado por un espíritu sumamente generoso pero, sobre todo, consciente de que la tarea de ese reparto voluntario suponía fomentar la reparación de una deuda que la sociedad entera mantiene con los más débiles y necesitados, con aquellos a quienes las malas andanzas y desventuras propias y ajenas han contribuido a lastrar su vuelo de paloma popular, de ave en libertad.

Y, en este aspecto, cabe destacar, por encima de todo, ese culto a la amistad que siempre profesó como una de sus vocaciones más arraigadas, recuperando la relación o el recuerdo de aquellas personas que en cualquier momento habían tenido un sitio en su existencia, en cualquier tiempo o lugar.

Todo lo demás, siendo mucho, o bien pertenece a su intimidad más familiar o, como hombre público que fue sin él pretenderlo, para su conocimiento » me remito a las

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