Conferencia de Jesús Gutiérrez Morlote en la presentación del programa de actividades conmemorativas del Centenario de Eulalio Ferrer. Ateneo de Santander, 28 de febrero de 2020.

Alcaldesa de Santander, doña Gema Igual;

Presidente del Ateneo, don Manuel Ángel Castañeda;

Presidenta de la Fundación Cervantina-Eulalio Ferrer de México, doña Ana Sara Ferrer;

Presidente de la Fundación Bruno Alonso, don Luis Alberto Salcines;

Profesor don Jorge Luis Vargas Bohórquez;

Autoridades;

Señoras y Señores:

Esta intervención, lejos de ser una conferencia o una simple charla, pretende ser apenas una breve exposición jalonada por fechas, lugares y nombres, un hilo conductor en el que engarzar las actividades del Programa que hoy se presenta y, quizá para los más jóvenes, un simple recordatorio de la vida y obra de Eulalio Ferrer Rodríguez.

Los organizadores han estimado conveniente que este Centenario no se limite a glosar su figura sino que sitúe al personaje y a su obra en el contexto geográfico y temporal concreto en que se desarrolló.

Eulalio Ferrer Rodríguez nació el 26 de febrero de 1920 en el número 1 de la calle Cisneros de Santander.

Era hijo de Eulalio Ferrer Andrés -natural de Arévalo, linotipista, miembro de la UGT desde 1917, que fue presidente de la Federación Obrera Montañesa- y de Estrella Rodríguez Rodríguez –natural de Castro Urdiales y también con antepasados castellanos-. Poco después de nacer Eulalio, la familia se trasladó al número 12 de la cercana calle Florida donde ya nacieron sus hermanas Rosa y Estrella.

Eulalio aprendió de su padre la exigencia de expresarse en el castellano más correcto, la avidez por instruirse -accediendo a una cultura que la procedencia social les hurtaba-, y la conciencia política de un socialista “Pablista”, uno de aquellos socialistas austeros y enteros de quienes se decía que “consideraban un pecado asistir a corridas de toros”.

Fue inscrito en la Escuela Laica de la calle Magallanes y nunca olvidaría a su Maestro, don Aurelio Herreros Fernández.

El 7 de enero de 1940, desde Cerdon (Francia), estando en una Compañía de Trabajos Forzados del Ejército francés, Eulalio Ferrer Rodríguez escribía así a su padre, también exiliado en Francia:

“… Yo he sido un privilegiado de la fortuna. Porque me deparó un Maestro ejemplar y un padre, que supieron fraguar las bases de una educación uniforme y generosa. Tú no solo cincelaste mis virtudes éticas , sino que actuaste de corrector de la gran obra pedagógica de D. Aurelio. …”

Muy cerca de la Escuela Laica se hallaba la Casa del Pueblo y, con solo 12 años, Eulalio Ferrer se integró en el Grupo Infantil Socialista, conociendo a la periodista Matilde Zapata y hasta compartiendo actuaciones, en calidad de orador, con el propio Bruno Alonso, mítico sindicalista y diputado en Cortes.

Con 16 años, Eulalio Ferrer comenzó a colaborar en el diario La Región, siendo elegido secretario de Agitación y Propaganda de las Juventudes Socialistas Unificadas y dirigiendo su órgano de expresión, el semanario Nueva Ruta.

Un año después, con tan solo 17, un inquieto Eulalio Ferrer se convierte en corresponsal de El Cantábrico en los frentes de guerra y, pocos meses más tarde, ya en Cataluña, dirige el semanario Reconquista, orientado a los evacuados del norte de España tras su ocupación por las tropas franquistas.

Vivió, pues, en Santander hasta finales de agosto de 1937 cuando, ante el avance de las tropas sublevadas contra la República, tuvo que huir, junto a su padre, en una embarcación con rumbo a Pouillac, localidad francesa próxima a Burdeos. Y, aunque volverá a Barcelona a través de los Pirineos, no regresará a Santander hasta 1969.

Esos 17 años de la primera etapa vital de Eulalio Ferrer, magistralmente descritos por su buen amigo y biógrafo J. Ramón Sáiz Viadero, son años de curiosidad, de aprendizaje, de referencias,  de socialización, de entrenamiento y de compromiso que terminan con el periodo de la Guerra Civil; tres años trágicos que, como diría el propio Eulalio, “apagaron prácticamente los mejores años de mi juventud”.

Este primer periodo de la biografía de Eulalio Ferrer, el de su infancia y juventud santanderina, será contextualizado, a lo largo del mes de mayo, por los historiadores Antonio Santoveña Setién y Miguel Ángel Solla Gutiérrez quienes abordarán, respectivamente, la “geografía sentimental de un joven socialista” y “el periodo democrático y la guerra civil en Cantabria”.

A partir de aquí, nos adentramos en una nueva etapa, breve pero decisiva, en la vida de Eulalio Ferrer, que podríamos denominar la “etapa francesa”.

Tras la caída de Barcelona en manos de los sublevados, el 26 de enero de 1939, en tan solo quince días, cerca de medio millón de españoles cruzan la frontera con Francia, camino del exilio.

El 7 de febrero de 1939, lo hace el joven capitán Eulalio Ferrer Rodríguez.

El Departamento de los Pirineos Orientales tenía entonces una población de 230.000 habitantes y se enviaron 80.000 guardias móviles y 30.000 miembros de Cruz Roja y otras organizaciones humanitarias, abriéndose sucesivamente los campos de concentración de Argelès Sur Mer, Le Barcarès –ambos en la playa, en pleno invierno, al principio sin cobijo, meros cercos con alambre de espino-  y Saint Cyprien –ya con barracas-.

Eulalio Ferrer tenía 19 años cuando, capitán del derrotado ejército de la República Española (“maldita y brutal guerra la nuestra”), fue confinado en un campo de concentración francés, el de Argelès Sur Mer, donde, según cuenta, sucedió algo que marcó su destino:

“… un miliciano me ofreció un libro a cambio de una cajetilla de cigarros; llevaba una que me habían dado al pasar la frontera y no fumaba; entonces, la cambié por el libro. Lo metí a la mochila y entré al campo de concentración, donde no había bancas, ni nada; había que dormir sobre la arena y mi almohada era la mochila. Al día siguiente, al sacar el suéter que llevaba para abrigarme porque hacía mucho frío, vi el libro, que era Don Quijote de la Mancha, una edición de Calleja de 1912. Imagínense un muchacho de 19 años leyendo todos los días a Don Quijote como único libro y con una obsesión casi religiosa, porque todo lo idealizaba”.

Allí permanecerá hasta el 20 de junio de 1939, y después en el campo de concentración de Le Barcarès, hasta el 24 de septiembre. Ese mismo mes, el 3 de septiembre de 1939, Francia declaró la guerra a Alemania.

Posteriormente, Eulalio Ferrer pasó al campo de Saint Cyprien, hasta el 7 de diciembre, y luego se incorporó a la 168 Compañía de Trabajos Forzados.

En diciembre de 1939, durante unos días no se reincorporó a la Compañía y una buena mujer de La Ferté Imbault lo alojó gratuitamente en su pensión y le curó las heridas producidas en las manos al descargar un vagón de carbón (15 toneladas en cuatro horas entre cuatro camaradas) por lo que le habían pagado una gratificación de 10 Francos. Eulalio prometió a Madame Reyné, que así se llamaba, que volvería a visitarla cuando se casara. Era un hombre de palabra y la cumplió 16 años después, con motivo de su viaje de bodas.

El transcurrir de aquellos tiempos de exilio francés de Eulalio Ferrer se puede seguir en sus Diarios, publicados bajo el título de Entre Alambradas, en la correspondencia que mantenía con su padre, también exiliado en Francia y en el Diario de su viaje a México (41 días en el mar) documentos que han sido codificados y archivados por la Universidad de Cantabria. Son fuentes primarias, escritas por un hombre joven e idealista que no sospechaba en absoluto la proyección social que conseguiría años después y, por lo tanto, muy reveladoras de la forma de pensar de Eulalio Ferrer, en una época en que el fingimiento o la impostura hubieran carecido de sentido o utilidad.

Quienes hemos leído no solo estos Diarios sino las cartas entre el autor y su propio padre, no podemos dejar de emocionarnos ante el amor a España que destilan los escritos de estos exiliados. Eran breves, porque las más de las veces no tenían dinero para el franqueo de más de dos cuartillas, pero siempre su querida España estaba presente con la generosidad de un perdedor que huye sin rencor y sin odio.

Por ejemplo, el 21 de junio de 1940, desde el vapor Cuba, con destino a Santo Domingo, escribe lo siguiente: “Estando en Francia, maltratados y escarnecidos, todas las humillaciones las perdonaba –porque soy de los que perdono- en honor de un consuelo que me alentaba: la proximidad de España. Los desgarrones de la separación de nuestra madre patria atenuábanse aunque sufriéramos Argelés o la 168 Compañía. Recogíamos de cerca, y con esperanza, las palpitaciones de “allá”. Hoy, rumbo al Nuevo Continente, ya cala bastante más en nuestro ánimo el sentimiento de una ausencia larga y profunda. Cuando a la patria se ofrecen los sacrificios que de nosotros ha recibido, forjando hacia ella un cariño devocional, quizá excesivo, no es posible acallar este dolor que hiere el alma. Nos alejamos, en una distancia geográficamente decisiva, de nuestra España, dejándola en una de las fases más sombrías de su historia. Por eso lo sentimos tan hondo. … Vamos a América deseosos de encontrar, en su hispanidad, un regazo amable que mantenga nuestro recuerdo y esperanza en la patria amada. Así piensa quien, expulsado y perseguido por su nación, aspira a honrarla, con un exaltado sentimiento patriótico…”

Aquel joven prisionero de 19 años no mitifica a sus compañeros de cautiverio, no hace de ellos unos héroes. En sus propias palabras, esa radical “desigualdad humana que la igualdad social no puede lograr” está reflejada en su descripción del llamado “barrio chino” de entre los barracones del campo de concentración, o en la de los privilegios de algunos líderes políticos y mandos militares frente a los que se alza, como dedo acusador, la generosidad de los más miserables que, cuando pueden, comparten un trozo de chocolate, dan clases de gramática o ayudan a recomponer una litera.

Pero, si no todos los prisioneros son superhombres, tampoco Francia deja de ser, para Eulalio Ferrer, la Patria de la Libertad a pesar de haber sido tan cruel con los exiliados españoles, que murieron por miles, de hambre y de enfermedades, en sus campos de concentración. “Nos tratan como bestias”, escribe, para más adelante añadir premonitorio “los franceses nos entenderán algún día”. Por eso sigue emocionándose con los sones de La Marsellesa y proclamando “La Francia que amamos está de luto”, cuando el 14 de julio de 1940, Fiesta Nacional de Francia, ya en América, la bandera tricolor se iza a media asta, en duelo por la firma con Alemania de un armisticio humillante.

Esta breve, pero intensa y decisiva, etapa en la vida de Eulalio Ferrer, la que se desarrolló en la Francia de 1940, será un buen motivo para que el historiador José Manuel Puente Fernández desarrolle el tema: “El exilio republicano en Europa: los itinerarios de la Resistencia antifascista”.

Desde las primeras páginas del Diario de Eulalio Ferrer, México se constituye en la gran esperanza. Cuando los altavoces del campo de concentración informan de que “México abre sus puertas a los refugiados”, Eulalio Ferrer escribe: “El general Cárdenas es el gran capitán de la patria expatriada”. Y ya en el barco que le conducirá al Estado de Veracruz, Ferrer se aplicará en leer la Breve Historia de México de José Vasconcelos para refrescar, dice, sus conocimientos de la que será su segunda patria, la patria de sus hijos y de sus nietos, el lugar de su reposo eterno.

El 15 de junio de 1940, Eulalio Ferrer, sus padres y hermanas, embarcan en el vapor Cuba, zarpando de Burdeos con dirección a Santo Domingo.

Tras la negativa del dictador Trujillo a cumplir su compromiso de admitir a los exiliados en la República Dominicana, el 17 de julio de 1940, en el barco Santo Domingo, algo más pequeño que el Cuba, zarpan de Martinica con rumbo a México.

Esta es ya la tercera etapa en la vertiginosa vida de Eulalio Ferrer y se llama “México”.

Tras unos meses en Oaxaca, la familia Ferrer se traslada a la ciudad de México.

Solo habían de pasar cuatro años para que Eulalio Ferrer cobrase protagonismo, y en 1944 ya formaba parte de la primera Ejecutiva de las Juventudes Socialistas, era redactor jefe de Renovación, relanzaba el periódico Mercurio -editado para la Sociedad Centro Comercial, del gremio de abarrotes (ultramarinos)- y se convertía en jefe de publicidad de Casa Madero, la vinícola más antigua de América.

En 1947 creó la agencia publicitaria Anuncios Modernos y en 1949 obtuvo la nacionalidad mexicana.

En 1955 se casa con Rafaela Bohorques, de origen valenciano y también de familia de exiliados. Para quienes tuvimos el privilegio de conocerla es imposible proseguir el relato sin dedicar unos instantes a recordar su inteligencia, su dulzura y su bondad.

En noviembre de 1960, el Centro Montañés Sotileza, por iniciativa de Bruno Alonso, rindió homenaje a Eulalio Ferrer, pronunciando unas palabras en su honor el mismísimo Indalecio Prieto, exministro de la II República y exPresidente del PSOE. Fue un discurso pleno de agradecimiento al General Cárdenas y de apelaciones a la fraternidad entre mexicanos y españoles. Ese mismo año, se fundó Publicidad Ferrer que se convertiría en la primera agencia de Latinoamérica.

En 1964 falleció su padre y Eulalio Ferrer Rodríguez se dio de baja en el Partido Socialista Obrero Español y se planteó viajar a España (todavía gobernada por el general Franco), ambas cosas impensables mientras viviera el patriarca socialista.

En 1969 se produjo el primer viaje de Eulalio Ferrer a España, cuya anécdota más conocida fue la de las flores que Eulalio arrojara sobre las fosas comunes del cementerio de Ciriego. En esos primeros viajes, además de volver a relacionarse con viejos amigos y condiscípulos, estableció nuevas relaciones con otras familias más conservadoras cuyo amable recibimiento siempre agradeció.

El 20 de enero de 1977, Eulalio Ferrer despidió a Bruno Alonso ante su tumba en el Panteón Español de México.

En 1978, Eulalio Ferrer contribuyó decisivamente a salvar el Ateneo Español de México y desempeñó durante un año, 1979, su Presidencia.

En 1987 donó el Museo Iconográfico del Quijote, en Guanajuato, entonces con más de 600 obras, al pueblo de México. A la inauguración asistieron el Presidente de la República, Miguel de la Madrid, el Presidente del Gobierno de España, Felipe González y el Alcalde de Santander, Manuel Huerta..

En ese mismo año crea en México el Centro Avanzado de Comunicación Eulalio Ferrer y en España el Premio Menéndez Pelayo, hoy Premio Internacional Eulalio Ferrer.

En 1991, Eulalio Ferrer fue elegido miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y ya en el 2008, después de publicar cerca de 35 títulos sobre publicidad y comunicación, presenta en Madrid, en el Círculo de Bellas Artes, su primera novela: Háblame en español.

De esta parte de su biografía, más larga en el tiempo y fructífera en cuanto a su legado, se encargará el historiador Jorge de Hoyos Puente, primer y último becario predoctoral de la Cátedra Eulalio Ferrer, quien abordará esta parte de la biografía de Eulalio Ferrer con la conferencia titulada “Eulalio Ferrer y el exilio mexicano en México”.

Estos son, señoras y señores, los hitos principales en ese largo camino de 88 años que condujo a Eulalio Ferrer, un chavaluco de Santander, a la riqueza y a la fama, al reconocimiento de su generosidad y a los máximos honores académicos y civiles.

Pensándolo bien, tal vez lo más importante del viaje no hayan sido los jalones que señalan distancias sino lo que hay entre uno y otro, lo que hay antes o después de cada uno de ellos.

Pero eso, amigos, pertenece a la intimidad del protagonista y constituye la propia mismidad del personaje, algo que se nos escapa de este relato superficial que, en todo caso, confío haya sido de interés.

Muchas gracias por su atención y buenas tardes.